El corto animado que les presentamos a continuación es una iniciativa que se realizó anunciando la modificación en el nombre de un hospital en Brasil que desde ahora se llamará el hospital del amor. Sabemos que el nombre tiene que ver con la identidad, es decir expresa la esencia y la razón de ser. La verdad creo que sería un pleonasmo decir que un hospital es un lugar de amor, pues en la naturaleza de los centros de salud, siempre ha estado la preocupación por atender a las personas necesitadas de salud y que se sientan frágiles, por lo cual está sustentado por acciones de servicio, de solidaridad, es decir de amor. Sin embargo, creo que no sobra, en esta época en la cual vivimos una pérdida de sentido y de los valores esenciales, resaltar que la misión más importante de estos lugares es que sean espacios de servicio amoroso.

Pudiera parecer algo muy romántico, telenovelesco e idílico pensar que el amor sea lo más importante en un hospital. Puede ser que esta en contradicción con el rigor científico, con la seriedad, la competitividad tecnológica y académica que debe tener un centro médico, todos aspectos importantísimos para responder a los retos de la enfermedades exigentes, de casos difíciles, de personas que necesitan estudios y tratamientos sofisticados para resolver sus problemas de salud. Pero lo primero no le resta a lo segundo. No son realidades opuestas e incompatibles. Definitivamente puede ejercerse una medicina y una atención en salud de alto nivel científico, sin dejar de estar empapada de amor, de generosidad, de servicio. Ya lo diría Paracelso: «El grado máximo de un medicamento, es el amor». Esto último lo anhelan los enfermos: ser tratados con respeto, con una atención especial, reverente y amorosa. Y más aún cuando se trata de enfermedades en las cuales los desarrollos científicos no tienen una respuesta o no tienen la última palabra.

Mi experiencia me lo ha demostrado tantísimas veces. Estar cotidianamente con personas a las cuales la medicina les ha dicho “no tengo más que hacer por ti” me permite comprobar que no quiere decir que esta persona deba perder la esperanza y la oportunidad de ser tratada con cariño. Quizá no se pueda curar, pero siempre se podrá cuidar y acompañar. Esto es lo que les digo a mis pacientes con enfermedades terminales: “siempre hay algo que hacer por ti”, quizá no te pueda resolver todos los problemas de salud, pero puedo ayudarte a experimentar alivio en tu dolor y en tu sufrimiento. Puedo evidenciar como una presencia amorosa puede hacer mucho por los que sufren, puede ayudarles a experimentar el consuelo de saberse acompañados en sus experiencias difíciles, puede ayudarles a recuperar sentido y esperanza para afrontar estas circunstancias.

Hace un tiempo el Papa Francisco visitó un hospital en México y dijo unas palabras que a mí me ayudaron mucho en mi trabajo y en el acompañamiento de los enfermos. Él habló sobre la “cariñoterapia” y resaltó el valor de como una caricia puede ayudar en la recuperación de los enfermos.

Ojalá muchos centros de salud pudieran aprender de esta iniciativa y volver la mirada a lo que de verdad importa, rescatando lo que se ha venido olvidando y perdiendo, recuperando algunos ingredientes que hacen falta para que sus recetas y medicinas puedan ofrecer un mayor alivio a sus pacientes, no sólo en sus cuerpos así como en su alma y su espíritu.

«El grado supremo de la medicina es el amor. El amor es lo que guía el arte y fuera de él nadie puede ser llamado médico. (…) En ningún sitio es el amor más grande que en el corazón de un médico» (Paracelso).

EQUINOTERAPIA: PEYO, EL CABALLO SANADOR